Lleno absoluto en la cuarta sesión de la Escuela de Padres que tuvo lugar el pasado viernes 18 de enero en el Centro Cívico Nueva Montaña (Santander), estrenando este nuevo año 2019.

Siguiendo con la temática de la gestión emocional, esta vez nos adentramos en una de las emociones básicas más recurrentes y que más nos cuesta dirigir a la hora de educar a los niños/as con AACC: la Ira.

Para ello, es preciso que como padres, nos hagamos esta pregunta:

¿Qué estamos transmitiendo emocionalmente a nuestros hijos?

Teniendo en cuenta que ellos aprenden de nosotros inconscientemente, a través de la observación, hay algo que debemos evitar: caer en un ambiente de tensión continua que sin duda, contagiará a los niños/as, dificultando el buen clima en la convivencia familiar. Para ello, Félix Ruiz (Centro Ayalga), nos animó a probar la estrategia básica de los tres pasos, para el control de la Ira:

  1. DETECCIÓN. Son muchas las señales que nos indican cuándo esta emoción va apoderándose de nosotros por momentos: sensación de calor, aumento de las pulsaciones, aceleración en el habla, gritos, etc. En este paso, es clave percibir cómo estamos y qué ambiente emocional estamos creando. Tenemos que tener en cuenta que lo que controla nuestra conducta en estos casos, no son los hechos, sino lo que “nos decimos” a nosotros mismos ante una determinada conducta que desaprobamos en nuestros hijos y que nuestra interpretación adulta, no da por buena o válida. Hemos de ser conscientes de cuáles son las creencias, los criterios y las presiones educativas que entran en juego en esos momentos, antes de dar una respuesta: “Es preciso educar al niño/a real, no al que niño/a “perfecto/a” que desearíamos tener”. Por tanto, sería conveniente ir predispuestos a que nuestros hijos/as no van a haber cumplido siempre y en todo lugar, nuestras demandas y exigencias. Para ello, resulta útil hacer una lista con las cosas que nos provocan ira además de reflexionar sobre otros episodios anteriores que nos hayan provocado la misma emoción. Esta primera fase de detección es clave a la hora de prevenir una pérdida de control posterior que tantas veces ocurre y de la que normalmente, nos arrepentimos.

  1. HACER UNA PAUSA. Esto ser refiere a tomar conciencia de que me estoy enfadando, con el fin de evitar responder sin pensar. Contar hasta 3 o hasta 10 así como salirse del entorno tenso y poner distancia unos minutos, si es posible, pueden ser pautas muy eficaces para ganar calma y tranquilidad. Es muy importante tomar las medidas necesarias de autocuidado a nuestro alcance para no caer en la reacción automática que suele desembocar en un ataque de Ira descontrolado. Pensar antes de actuar se convierte aquí, en una premisa fundamental.

  1. DAR UNA RESPUESTA. No dramatizar, relativizar y “educar en el pasar página” es clave en este proceso, aunque nuestra medida educativa conlleve una bronca o un castigo (siempre desde la calma y exponiendo nuestras razones). En este punto, es primordial discernir entre aquellas cosas que sí podemos cambiar y las que no y que, por tanto, con éstas últimas, sería un error perder energía y tiempo. De esto habla el autor Stephen Covey en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, a través del llamado: Círculo de Preocupación e Influencia. En ocasiones, también será preciso postponer nuestra respuesta o bien porque percibimos que no es el momento oportuno o bien porque precisamos ayuda para poder establecer un criterio adecuado. En este caso, no debemos desestimar acudir a un profesional si es necesario.

Hay algo que no debemos olvidar: no somos súper hombres ni súper mujeres que pueden con todo. Y, aunque no sea lo más conveniente, está permitido “perder los papeles” de vez en cuando (todos lo hacemos). Mas ahora que tenemos estas herramientas para el manejo de la Ira, debemos intentar ponerlas en práctica por su bien y por el nuestro propio. Con el ejemplo, les enseñaremos a gestionar su rabia y a contener esos estallidos emocionales de los que acto seguido, se suelen sentir tan culpables y por los que incluso nos piden disculpas reiteradamente. Tampoco está mal reconocer nuestros errores cuando nuestro enfoque y/o nuestra actitud no ha sido la más acertada, sin machacarnos ni fustigarnos por ello. No debemos ver estos episodios como un problema sino como un trabajo que exige mucha dedicación. ¡A por ello!

¡Nos vemos en febrero!

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